Los
derechos humanos tienen valor propio, es decir, su existencia es parte integral
de la persona humana y constituyen un elemento intrínseco de la dignidad de
todo individuo. Por ello, los Estados tienen la obligación de promoverlos,
protegerlos, garantizar su ejercicio y ponerlos en vigencia. Los derechos
humanos constituye el marco referencial mediante el cual se mide el avance o el
retroceso de la organización política, económica y social de cualquier sociedad.
En
1993, la Declaración y Plan de Acción de Viene sobre Derechos Humanos,
promovieron la integridad e interdependencia de todos los derechos humanos
arriba señalados, enfatizando que todos los derechos tienen igual importancia y
jerarquía y que ninguno puede ser superpuesto o pospuesto por otro derecho.

Con Viene se ratificó también la concepción de que los derechos humanos dejaron de
ser preocupación solamente de los Estados al interior de sus fronteras y han
pasado a constituirse en preocupación legítima de los organismos
internacionales, de otros Estados y de la Comunidad Internacional en general.